Para Sesi G.
Dices que todo mata.
El tabaco, aunque te encante;
La poesía, aunque te abre;
Las mujeres, que te provocan;
La vida, a pesar de su nombre.
Y lo dices con tus gafas de pasta
negras -como algunas reputaciones-
con tu perilla de loco y el humo en
tus labios saciados de versos.
No caigas, con todo el discurso,
en el abrupto mundo oscuro
que mata tus ganas, también las mías,
de contemplar la sencillez.
Porque dices que todo mata.
Y yo discrepo, como siempre.
(menos en lo del cigarro)
Porque para destruir
primero se arraiga en el
profundo ser de uno mismo.
Como un árbol. Si, árboles somos.
Pequeñas raíces sin fuerza
hurgan en las entrañas de la tierra
para mamar no sólo agua,
sino la sal de la vida.
Después crecen, y abusan de la sal
del agua, y de la madre que los parió.
Y mueren. Mueren o los talan.
Por beber demasiado.
Entonces sí, todo mata.
Claro ¡todo mata!
Mentira.
A todos nos gusta morir,
Un poquito cada día.
Porque eso significa
que hemos llegado tan alto
que de nada serviría seguir creciendo.
Me ha encantado este poema, Clara, que lo sepas. Me parece uno de tus mejores. Uno de los mejores que he leído últimamente (así, en general).
ResponderEliminarY la última estrofa... (¡¡¡¡¡) no tengo palabras.
Hermosa des/construcción