Ya no hay frío.
Había.
Ahora solo
ardor se prende.
Ya el vaho
se queda dentro,
en el interior de estos
recipientes blandos.
Mano a mano,
un ten con ten
del toma y daca
intrminable.
En esta acera
casi desierta
cuatro manos
crean mundos
en la increíble
distancia de milímetros.
Ya no necesito
más torres que tu cuerpo.
A veces pierdo la noción del tiempo y se me olvida comprobar si has publicado nuevas entradas, así que me había perdido unas cuantas (que, ansiosa, acabo de leer todas de un tirón).
ResponderEliminarPor cierto, muy sensual esta última.
:D