La noche envuelve
rostros finos, demacrados,
muy tostados por el
reflejo de Apolo,
que de nada sirve
rezar en Macondo,
donde el sueño
no llega nunca,
cubierto de olvido.
En Serefade, lejana,
ausente, la comida escasea,
y la vida se ahoga, entre
sonrisa y plegaria,
confunde el miedo,
el silencio atemoriza,
y la vida, la vida
cruel, continua,
sinuosa, cínica.
Pieles morenas,
soñadas, seguid
vivas en nuestras
pequeñas, limitadas
pero ardientes mentes.
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