Tengo en los genes
un país que me da miedo,
que tantas veces no piensa,
que grita en alaridos
una euforia vana de cuero rodante;
que otras tantas solo quiere
arrebatar con egoísmo todo gratis,
ser pícaro,
ladrón de novelas,
y es mísero y rastrero
y considera la honradez
ridiculez absurda.
Y esa nación me da miedo
y me horroriza,
porque no quiero rodearme
de gente que no piense,
ni abra los ojos para ver
cuántas excusas nos ponen para
justificarse en que somos como ellos.
Y sin embargo,
siempre se enciende la luz
de la inteligencia del pueblo
que no la tiene porque estudie
sino porque se indigna y rabia,
y en su eterna empatía
siente el frío del que ya no tiene techo,
el rugir del estómago con hambre
y al final,
se atreve a morder la mano que roba,
porque no tiene nada que ver,
en absoluto,
con nuestros genes.
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