"Pero la lentitud también tiene sus ventajas. En la creación poética, como en todos los procesos de transformación natural, el tiempo es un factor que modifica a los demás. (...) Por el mero hecho de haber sido escrito despacio, un libro lleva dentro de sí tiempo de la vida de su autor" J. Gil de Biedma
domingo, 29 de marzo de 2015
La cuestión de la prosa
No suelo escribir prosa, no
sé por qué; quizá, simplemente, porque es más limpia que el verso y más
accesible a todo el mundo. Creo que nunca he pretendido ser muy accesible, principalmente
para no dejar ver todas las carencias que creo que me caracterizan. Pero hay
veces que el verso no fluye, cuando estás tan enredado que en tu pecho hay un
cableado enmarañado y bastante tienes ya con eso como para ponerte a sacarlo en
orden para después enredarlo de nuevo en el verso. La prosa es ese proceso
de desenmarañarte y ponerte a ordenar. Odio ordenar, mi madre lo sabe. Soy más
de no desordenar, de no ensuciar, de no gastar. En el fondo supongo que soy una
vaga, o una mujer que más que pereza por la vida tengo insuficiencia por la
vida. A veces se me cruzan los cables y creo que no me merezco lo que tengo
porque sé lo que me costaría ganarlo si tuviera que partir de cero, sin
los padres que tengo, sin la educación que tengo, sin mis
raíces. Si ya me cuesta levantarme por las mañanas, vestirme, hacer el café, y
no te cuento lo que me cuesta pronunciar una sola palabra sin haber tomado
café, imagínate trabajar, estudiar, escribir algo de alguna calidad, mantener
mis amistades... Intento pensar que a todo el mundo le cuesta
mucho hacer todo esto que se da por hecho, porque de no haberme
convencido, creo que ya me habría dado por vencida. En el colegio siempre
era la última en todo, mis profesoras de primaria no daban un duro por mi
futuro, la verdad. No las culpo, yo a veces tampoco lo doy. Todo me cuesta un
esfuerzo absoluto. Y sin embargo, los que me conocen pensarán que eso no
es cierto, que ando todo el día haciendo cosas, que casi siempre consigo lo que
me propongo, que en la amistad pongo mucho de mi parte. De hecho me indigna
mucho que los demás hagan menos que yo. Eso es muy cierto, y esa es la
explicación por la que me indigna, porque a mí me cuesta todo esto una
barbaridad. Porque te metes en una relación pensando que va a ser algo
equitativo, y no lo es, y cuando sales de la relación tú sigues haciendo,
aunque el otro no lo sepa, sigues poniendo de tu parte, por ejemplo, no odias,
razonas y dices, no merece la pena odiarlo/a, y ya estás haciendo el esfuerzo,
ya te estás muriendo un día más porque estás extrayendo de ti el odio hacia el
otro y ya no sabes si lo haces por ti o por el otro, pero lo estás haciendo y
tu ex ni siquiera se limita a hacer eso y contestarte a un Whatsapp de “¿Cómo
estás?” que tú has decidido escribir no tanto por el hecho de saber cómo está
el otro, que supones que bien, tan a gusto sin que le molestes, sino para
demostrarte a ti mismo que tú no odias a nadie porque eres un alma cándida e
inocente que no tiene límites a la hora de perdonar. Eso siempre está teñido de
un toque de maldad que busca conocer la culpabilidad que siente el otro por haberte
sacado de su vida. Y quiero recalcar todo el esfuerzo que el absurdo proceso
supone, y que el otro no está dispuesto a hacer, no sé ya si, en mi caso, por
el hecho de ser hombre o simplemente porque hay personas de un raza ultradesarrollada
que no necesitan purgar sus culpas; aunque para sentirme mejor siempre quiero
pensar que les supone más esfuerzo que a mí el pasar por todo ese complicado y
absurdo proceso de limpieza de conciencia impregnado de cierta maldad y que en
ese caso yo tengo una virtud más que ellos. El caso es que todo cuesta mucho esfuerzo,
y cuando lo has hecho y no has alcanzado el objetivo que esperabas, te quedas
exhausto como en un gimnasio cuando has estado pedaleando durante horas y el
resultado de la quema de grasas es bastante inferior al de la media. Todos nos
comparamos con todos y ahí reside el origen de la frustración. Y de repente te
encuentras escribiendo prosa en vez de verso. Este es el resultado de haber
puesto mucha fuerza, de haber intentado no desordenarse durante demasiado
tiempo. Hay que hacer limpieza general una vez a la semana, pero ya lo he
dicho, eso me supondría demasiado esfuerzo. Así que, en vez de desenredarme
para volver a enmarañarme en versos, estoy aquí soltando un rollo enorme porque
no me queda otra, porque ya toca dejarse fluir y no hablar con metáforas ni
requiebros estilísticos. Quizá sea porque ya no pienso esforzarme para que no se
den por aludidos. En verdad echo mucho de menos ese tiempo en el que podía
hacer trenzas con las palabras, hablar de ellos c0mo si fueran un maná
inagotable. Y no tanto echo eso de menos, sino al amor. Porque con el tiempo
veo que lo único que puede eximirme de esfuerzo en todas mis acciones es el
amor. Ahora que no lo tengo, solo puedo
escribir prosa. En verdad tengo miedo de recaer porque siempre quedas ciego,
pero también hay que tener en cuenta que es la única mierda que hace funcionar
el mundo, porque cuando hay amor en tus venas todo cuesta menos, incluso hablar
por la mañana sin haber probado una gota de café.
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