Para Alba,
mi amiga análoga
¿Alguna vez nos has visto
como yo nos veo,
analogía de carácter,
seres absolutamente divergentes?
Cuán necesarios son los años
para adentrarse en los corazones,
para tener la certeza de su bondad,
su valentía,
su resistencia.
Tú, que habitas un bosque triste en los ojos,
tienes la misma sonrisa inocente
de nuestra infancia;
la madurez te vino dentro del corazón
-lo llevo viendo años-
y esa bondad, esa bondad tan tuya
que los tropiezos no han podido,
ni podrán subyugar.
Nunca es fácil tener un corazón bueno,
que protege, que da,
que al latir a costa de otros
que ya no laten o que ya no comen
o que todos ignoramos,
no puede evitar gemir de culpabilidad
o dar gracias infinitas a la vida.
Ambas sabemos que querrán
mordértelo, aplastarlo,
convertirlo en un artefacto sucio y egoísta,
impregnarlo de cinismo,
vaciarlo de valores.
Pero a través de los años,
Alba,
he comprendido que eres
valientemente libre
y tan fuerte en tus decisiones
que el día de mañana,
cuando ya los años no paren de multiplicarse,
sé que habrás llegado allí
y tu corazón seguirá siendo
tan luz como tu nombre,
como lo es ahora.
Sé que entonces nos veremos
y, aunque ya no hablemos de cine
o de libros desconocidos
y el tiempo nos haya endurecido el gesto,
seguiremos entendiendo lo que pasa dentro de la otra
simplemente, porque, aunque no lo sepas,
tú y yo sufrimos
de mutua analogía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario