Dijo que me había leído. Afirmó que era pésimo, infumable, atragantador, vomitivo, del tipo 'estadoderedsocial'. No lo dijo, lo gritó. Escupió sobre mis mil y tantas palabras. Nunca dijo por qué.
No me negarán que la ocasión se merecía que afilase los bordes de mis hojas.
Era precioso: parecía un manantial de sangre literario.
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ResponderEliminarCorrijo: quizá no estaría de más considerar las dos caras de la página.
ResponderEliminarPD: Sigue pareciéndome perfecto.