Esparce tu cuerpo en la hierba, mujer.
Con cuidado desliza tus cabellos
entre las finas hileras del vergel
que agradecen tu presencia.
Ahora eleva las rodillas hacia el cielo.
Tu columna vertebral. sin embargo,
debe, con rectitud, tocar el suelo.
Eleva despacio los brazos, mujer,
con el ser entre tus manos,
y que tus ojos ligeros paseen
entre las lineas y sus trazos.
Tú lee, que eres bella,
e incuba en tu cabeza
las fantasías sonoras de extraños,
las locuras de los muertos
y los miedos de tantos,
que yo te observo con las pupilas dilatadas,
porque tú eres mi libro preferido.
Querida Claire,
ResponderEliminarMe agrada saber que todavía hay gente que leemos mirando al cielo.
Aunque más agradable sería saber que hay alguien para quien resultamos ser su libro preferido. Eso sí que sería una grata sorpresa...
Un abrazo