Si la ciudad
de luces preciosas
y aceras limpias,
con niños en la calle
contentos
y caminantes con sus canas
y labios aún servibles
de la mano
te ofrece la libertad
de un pensamiento
todo tuyo,
HUYE.
Corre,
vuela,
desaparece
y no creas que tener libertad
para pensar
es pensar,
porque no lo es.
Contar con tiempo
para vivir,
no es vivir.
Corre,
vuela,
desaparece.
La ciudad apolítica
es venenosa
para los pensamientos,
alienante y asesina.
Huye al caos,
a la guerra,
al odio humano.
Desentierra los huesos
de tu abuelo
(gris, rojo o anodino)
y piensa despierto
no en la dulzura del Madrid
tierno y gobierno Populista,
sino en la miseria de Vietnam
o las injusticias africanas.
Piensa entonces en un grifo seco
o en un niño seco
o en un cerebro tan seco
como el tuyo
que deja pasar los dias
pensando que piensa
sin pensar en nada más
que idioteces.
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