-Reconócelo-le dijo ella a él- fuiste un caballero.
Aquella noche, me invitaste a una copa,
todo un clásico. Y... ¿Recuerdas la música?
-Sí, era horrorosa, pero... ¿sabes? Fui un
clásico, porque tú no eras típica.
La única en vaqueros y zapatillas...
y esa camiseta ancha...
-Sí, la pereza propia
de mi naturaleza. Ya me conoces...
Siempre a contracorriente.
-Te vi, por primera vez,
y , bueno, sabes que no fue un flechazo,
no del todo. Fue la intriga de tu rostro
tan expresivo y agotado, flexible.
-Sí, y eres un clásico de nuevo.
-¿Por?
-La flor.
-Es verdad, en realidad, no era para ti.
-Lo sé, no podía ser para mí.
-No, porque era para una de las muchas,
las miles, que como clones, bailaban en esos
tacones que tu no calzabas. Una de esas
que se tambaleaban en aquella música fuerte.
Pero, al verte, en aquella comodidad tan básica,
tan común y allí tan inusual, predije que sólo,
sólo alguien como tú podría pintarla de algún color.
-Y sabes, ahora ya lo sabes, que solo la habría
aceptado de alguien como tú.
Hola
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