Fue un monólogo demasiado largo,
consumición vana en palabras
de mi ser más interno y mis ganas
más sanas de quererte todo el rato
(no solo cuando estabas).
Fue un monólogo eterno
a pesar de que tú hablabas,
no decíamos lo mismo:
palabras I contra I palabras
Monólogos que se daban casi siempre
la espalda,
sino en tal caso, de cara, ni se miraban.
Logos desprendidas de bocas de casi
monos, que no por ser tan monos
escuchaban las logos habladas.
Monólogo que con mi lengua impulsada
saltaba sobre tus oídos y después
me rebotaba delante de mis ojos
(ni siquiera yo me escuchaba)
Seis meses de palabras serias,
elaboradas y cocinadas
en la azotea de mi cuerpo
para que no sirviesen de nada.
Seis meses de "lujuria y vicio"
Ya no hago monólogos, pues
¡Mal rayo te parta!
No hay comentarios:
Publicar un comentario