Tengo insomnio,
dolor de espalda,
la vida encerrada.
Además ya no estás tú.
Me he reducido a contar las horas
que nos impiden comunicarnos.
Tú duermes cuando yo debería hacer mi vida.
Pero no sé qué hacer con mi vida cuando duermes.
Mis ojos no terminan de cerrarse
cuando saben que los tuyos miran
en la otra parte del mundo.
Me cansa esta queja de quejarme,
la queja del feliz infeliz,
me cansa cansarme de ello:
el mundo se desquebraja
y me da igual
porque no tengo con quién compartir
la alegría
de toda mi suerte.