Sería para ti
si no fuera porque
es para mí misma
Creía que ya estaba todo ganado, que el futuro era el plan tejido en mi cerebro; no tengo ni idea de cómo se llaman los flujos que se segregan ni en qué área ni por qué, pero los odio y me destruyen cuando no los alimento con un estímulo suyo. Todo puede denominarse instante, y fuimos un cúmulo de breves instantes absolutamente intensos, desbordantes, nosotros; fuimos 45 jornadas de instantes irrepetibles que quebramos cada vez que pretendemos repetir, saborear en los rincones de nuestras memorias. No morimos, él y yo no moriremos, Madrid tampoco, aunque pasen estaciones que nos aplasten el corazón, aunque la lluvia nos moje por separado y aunque mi sudor se adhiera a otras pieles. Madrid seguirá siendo edificios sorpresa y su sudor y su lluvia del norte a veces [el cerebro es un arma de destrucción personal], nosotros nunca más seremos los que fuimos y, sin embargo, seguiremos siendo la esencia de nosotros, la esencia que me reveló en sus ojos valientes el balance perfecto de sus tres órganos vitales de nosotros, en concordancia con los míos: la superposición con menos desperfectos, las diferencias casi imperceptibles. Cuántas veces busco ser alma, cuántas veces me mata este cuerpo que exige, si pedir es el verbo más absurdo que existe porque dar es la actividad más libre de todos los conceptos. Cuántas veces quiero salir de las circunstancias, romperme a hachazos esta cárcel que se pudre con el tiempo, si el tiempo con él es, como mucho, el ruido de mi muñeca, si él y yo podríamos morir en paz, juntos, para ser infinitos; pero cuántas veces sería capaz de minimizarme o desaparecer para que él sea quien es, que lo es sin mí, para que busque su alma con quien vivir en paz si no soy yo. La vida siempre gana la partida, porque es la que da, y ese es el don. Ahora que he aprendido las lecciones que me faltaban, vengo a recoger mi corazón, porque está en su mesa y su martillo ha hecho como debía su trabajo, fortaleciéndolo, dándole más vida. Los golpes se compensan con la felicidad que creo que le he dado, ah, y con esta sensación que siempre tendré de haber sido el instante más luminoso del mundo.